Escucha este cuento sobre tomar agua y descubre por qué hidratarse es esencial para que los niños crezcan sanos y fuertes.

Lucas era un niño curioso y alegre, al que le encantaba correr, saltar y jugar todo el día. Pero, con el paso de los días, comenzó a sentirse extraño. Se cansaba más rápido, se le secaban los labios y a veces le dolía la cabeza sin razón aparente. Su mamá le preguntaba si estaba bien, y él solo respondía con un suspiro:
—Estoy… como seco por dentro.

Una noche, mientras dormía, Lucas soñó que estaba dentro de su propio cuerpo. Caminaba por un paisaje reseco, con árboles sin hojas y tierra cuarteada. Al fondo, escuchó el eco de un río seco que alguna vez había fluido con fuerza.

De pronto, apareció una figura brillante: era Agüita, un espíritu del agua con forma de gota, que hablaba con voz suave y sabia.
—Lucas —dijo—, este es tu río interior. Todos tenemos uno. Pero el tuyo está desapareciendo porque ya no bebes suficiente agua.

Lucas frunció el ceño.
—¿Mi río interior?

—Sí. Es el agua que recorre tu cuerpo, llevando energía, ayudando a tus músculos, enfriando tu temperatura y cuidando cada célula. Sin él, todo en ti se vuelve más lento y débil —explicó Agüita—. Tú solías beber agua todos los días, pero ahora solo tomas jugos azucarados o refrescos. Eso no ayuda igual. Tu cuerpo necesita agua de verdad.

Lucas miró a su alrededor. El río que antes estaba lleno ahora era solo una grieta seca. Se sintió triste.
—¿Y puedo salvarlo?

—¡Por supuesto! —respondió Agüita—. Cada vez que bebas un vaso de agua, una parte del río volverá a fluir. Solo necesitas recordarlo durante el día. El cuerpo siempre escucha.

Cuando Lucas despertó, lo primero que hizo fue correr a la cocina y beber un gran vaso de agua fresca.
—¡Vamos, río, a despertar! —dijo con una sonrisa.

Ese día, llevó su botella de agua a la escuela, la rellenó dos veces y le contó a sus amigos sobre su sueño. Incluso dibujó su “río interior” para recordarlo. Poco a poco, volvió a tener energía, su piel se veía más fresca y ya no se sentía tan cansado. Era como si algo dentro de él volviera a cantar.

Agüita nunca volvió a aparecer en sus sueños, pero Lucas sabía que seguía allí, guiando el flujo de su río interior.

Desde entonces, Lucas se convirtió en defensor del agua. Enseñaba a sus amigos que beber agua no solo era bueno: ¡era mágico! Porque cada uno de nosotros guarda un pequeño río dentro que necesita fluir para que podamos sentirnos bien y ser fuertes.

Y así, gracias a un sueño y a una gotita sabia, Lucas entendió que cuidar su cuerpo empezaba con algo tan simple como beber agua cada día.

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