Bienvenidos a disfrutar del cuento de Caperucita Roja en una versión resumida y con audio.

Capítulo 1: Una visita a la abuelita

Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, porque siempre llevaba una capa roja con capucha que le había hecho su abuela. Un día, su mamá le dijo:

—Caperucita, tu abuelita está enferma. Por favor, llévale esta cesta con comida. Hay pan, queso y una rica mermelada.

—Sí, mamá. Iré enseguida —dijo Caperucita con una gran sonrisa.

Antes de salir, su mamá le advirtió:

—Recuerda, Caperucita, ve por el camino principal y no hables con extraños.

Caperucita asintió y comenzó su camino por el bosque. Mientras caminaba, admiraba las flores y escuchaba el canto de los pájaros. De repente, apareció un lobo grande y peludo.

—Hola, pequeña —dijo el lobo con una voz dulce pero engañosa—. ¿A dónde vas tan temprano?

Caperucita recordó lo que su mamá le había dicho, pero pensó que no había problema en responder:

—Voy a casa de mi abuelita. Ella está enferma y le llevo una cesta con comida.

El lobo sonrió mostrando sus grandes dientes.

—¡Qué buena nieta eres! ¿Dónde vive tu abuelita?

—En una casita al otro lado del bosque, junto al gran roble —respondió Caperucita.

El lobo pensó: “Voy a llegar primero y hacerme pasar por la abuela. ¡Así podré comerme a las dos!”. Y, sin decir más, corrió rápidamente por un atajo hacia la casa de la abuelita.

Capítulo 2: La trampa del lobo

Cuando el lobo llegó a la casita, golpeó la puerta suavemente.

—¿Quién es? —preguntó la abuelita.

—Soy yo, Caperucita Roja —dijo el lobo imitando la voz de la niña.

La abuelita, sin sospechar nada, abrió la puerta. El lobo entró de un salto y la encerró en el armario. Luego, se puso su gorro, sus gafas y se metió en la cama, esperando a Caperucita.

Poco después, Caperucita llegó a la casa. Tocó la puerta y escuchó la voz del lobo que decía:

—Adelante, querida.

Caperucita entró y se acercó a la cama. Miró a su abuelita y dijo:

—¡Abuelita! ¡Qué orejas tan grandes tienes!

—Son para escucharte mejor, mi pequeña —dijo el lobo.

—¡Abuelita! ¡Qué ojos tan grandes tienes!

—Son para verte mejor, querida —respondió el lobo.

—¡Abuelita! ¡Qué dientes tan grandes tienes!

—¡Son para comerte mejor! —gritó el lobo y saltó de la cama.

Caperucita gritó, pero justo en ese momento pasaba un cazador cerca de la casa. Escuchó los gritos y entró rápidamente. El cazador asustó al lobo, que salió corriendo y no volvió nunca más.

El cazador ayudó a liberar a la abuelita del armario. Caperucita y su abuelita lo abrazaron y le agradecieron.

Desde ese día, Caperucita aprendió a obedecer siempre los consejos de su mamá. Y así, todos vivieron felices y seguros.

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