Bienvenido al cuento de Garfield. Acompaña al gato más perezoso en una divertida aventura donde su comida se convierte en un desafío inesperado.
Capítulo 1: Un Día Muy Tranquilo
Garfield era un gato grande, gordito y de color naranja con manchas blancas en su barriga. Vivía en una casa acogedora con su dueño, Jon, un joven amable que siempre intentaba que Garfield hiciera ejercicio. Pero Garfield tenía otros planes: dormir, comer y evitar cualquier esfuerzo innecesario.
Su comida favorita eran las croquetas de pescado, aunque también disfrutaba un buen plato de leche tibia por las mañanas. A Garfield le encantaba dormir la siesta junto a la ventana, donde el sol calentaba su pelaje. No había nada mejor que descansar mientras miraba pasar a los pájaros por el jardín.
Un día, mientras descansaba en su sillón favorito, Jon intentó animarlo a jugar.
—Vamos, Garfield, juguemos con esta pelota. Será divertido.
Pero Garfield solo abrió un ojo y bostezó profundamente.
—No, gracias. Estoy ocupado descansando.
Jon suspiró y dejó la pelota a un lado. Se sentó en el sofá y comenzó a leer un libro, resignado a que Garfield no quería moverse. Sin embargo, algo inesperado sucedió. La ventana estaba abierta y una ráfaga de viento hizo que la cortina se moviera bruscamente. El susto hizo que Garfield saltara, y en el proceso, su plato de croquetas cayó al suelo.
Garfield abrió los ojos de inmediato.
—¡Oh, no! ¡Mis croquetas!
Se levantó rápidamente y corrió hacia el plato, pero fue demasiado tarde. Su comida había rodado hasta debajo del sofá. Garfield suspiró. Ahora tenía un problema: ¿cómo iba a recuperarlas sin hacer demasiado esfuerzo?
Capítulo 2: La Gran Misión de Garfield
Garfield se quedó mirando el sofá con una expresión de preocupación. Sabía que debía hacer algo, pero arrastrarse debajo del mueble era demasiado trabajo para él. Pensó en llamar a Jon con un maullido triste, pero se dio cuenta de que su dueño estaba muy concentrado en su libro y probablemente no lo escucharía. Así que decidió intentarlo él mismo.
Primero, Garfield empujó el sofá con su pata, pero no se movió ni un centímetro. Lo intentó nuevamente, esta vez con más fuerza, pero solo consiguió cansarse. Luego intentó meter su pata por debajo para alcanzar las croquetas, pero estaban demasiado lejos.
Garfield se sentó a pensar. No quería rendirse, pero tampoco quería esforzarse demasiado. Finalmente, tuvo una idea: tomó un juguete de madera en forma de varita que Jon le había comprado y lo usó como palanca. Con mucho cuidado, lo deslizó debajo del sofá y trató de empujar las croquetas hacia afuera.
Poco a poco, logró sacar una croqueta. Luego otra. Y otra más. Después de varios intentos y muchos resoplidos de cansancio, Garfield recuperó toda su comida.
Cuando Jon volvió y vio a Garfield jadeando con orgullo junto al plato, sonrió.
—¡Muy bien, Garfield! Al final sí hiciste ejercicio, y por tu cuenta.
Garfield sonrió y, satisfecho con su logro, se acurrucó en su sillón favorito. Sus patas estaban un poco cansadas, pero su barriga estaba llena y su corazón, contento. Al menos por hoy, había trabajado suficiente. Ahora era tiempo de una larga y merecida siesta.
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