En un pequeño asteroide, el Principito conoció a un zorro. Al principio, el zorro era tímido, pero pronto se volvieron amigos. El zorro le pidió al Principito que lo domesticara. “Domesticar significa crear lazos”, explicó el zorro. Así comenzaron su rutina diaria, compartiendo historias y creando recuerdos.

El zorro le enseñó al Principito sobre la importancia de la paciencia y la amistad. “Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”, le susurró el zorro mientras observaban el atardecer. El Principito comprendió que la verdadera belleza yace en la conexión profunda con los demás.

Llegó el día en que el Principito debía partir. El zorro se sintió triste, pero sabía que el amor compartido perduraría. Antes de despedirse, el zorro le dio un regalo especial: el secreto del amor y la amistad. “Adiós, pequeño príncipe. Eres único para mí”, dijo el zorro.

El Principito continuó su viaje, llevando consigo el valioso regalo del zorro. Aprendió que las relaciones auténticas requerían tiempo y esfuerzo, pero también ofrecían alegría y significado. A medida que exploraba nuevos mundos, el Principito recordaba al zorro y llevaba consigo la lección de que lo esencial solo se puede ver con el corazón.