Bienvenidos a disfrutar de la pequeña historia de La Ardilla y el Árbol Mágico. Prepárate para a conocer un lindo cuento lleno de magia, amistad y una hermosa enseñanza.
En lo más profundo del Bosque Esmeralda vivía una pequeña ardilla llamada Nita. Era inquieta, curiosa y tenía una energía inagotable. Le encantaba saltar de rama en rama y esconder nueces en los lugares más inesperados. Pero había algo que a Nita le preocupaba: el invierno se acercaba y aún no tenía suficientes provisiones para los meses fríos.
Un día, mientras exploraba un rincón del bosque que nunca antes había visitado, encontró un árbol enorme con un tronco dorado y hojas que brillaban como estrellas. Nita nunca había visto algo así. Cautivada por su belleza, se acercó y tocó el tronco con su patita.
—Bienvenida, pequeña Nita —dijo una voz grave pero amable.
Nita dio un brinco del susto. ¡El árbol le había hablado!
—¿Q-quién eres? —preguntó la ardilla con los ojos muy abiertos.
—Soy el Árbol Mágico, guardián del bosque desde hace siglos —respondió el árbol con una sonrisa invisible—. Veo que te preocupa algo. ¿Puedo ayudarte?
Nita se sintió un poco tímida al principio, pero luego confesó su temor de no tener suficiente comida para el invierno. El Árbol Mágico la escuchó con atención y, con un leve susurro, hizo caer a su alrededor montones de nueces doradas.
—Estas nueces son especiales, Nita —dijo el árbol—. Siempre que tomes solo lo que necesites, nunca te faltará comida.
La ardilla no podía creer su suerte. Recolectó tantas nueces como pudo y las llevó a su madriguera. Durante varios días, regresó al árbol y recogió más nueces. Pero con el tiempo, empezó a pensar: “Si tomo muchas nueces, podré intercambiarlas con otros animales y no tendré que trabajar más.” Así que empezó a tomar más de lo que realmente necesitaba.
El Árbol Mágico, que observaba en silencio, decidió darle una lección. Un día, cuando Nita llegó con la intención de llevarse aún más nueces, se encontró con que estas se habían convertido en polvo dorado y se deslizaban entre sus patas.
—Nita, olvidaste mi consejo —dijo el árbol con voz serena—. La naturaleza nos da lo que necesitamos, pero cuando tomamos más de lo debido, rompemos el equilibrio. La generosidad de la vida no es infinita si no sabemos apreciarla.
Nita bajó la cabeza, sintiéndose avergonzada. Había sido ambiciosa y egoísta. Aprendió que la avaricia no la haría más feliz y que la verdadera abundancia está en compartir y respetar lo que la naturaleza ofrece.
Desde aquel día, Nita recogió solo las nueces necesarias y enseñó a otros animales la importancia de cuidar el bosque y no tomar más de lo necesario. Y así, el Árbol Mágico siguió siendo un guardián generoso, pero también sabio, que enseñaba a todos la valiosa lección del equilibrio y la gratitud.
Moraleja: La generosidad de la naturaleza es infinita cuando se cuida con respeto. Tomar solo lo necesario y compartir con los demás nos hace verdaderamente ricos.
Si te gusto el Cuento de La Ardilla y el Árbol Mágico y quieres leer mas historias para niños, te invitamos a ver todos nuestros cuentos para dormir. Tus hijos aprenderán las mejores lecciones infantiles en nuestro blog.