Capítulo 1: La Ratita y su casa
Había una vez una ratita muy presumida que vivía en una hermosa casita de ladrillos. Su casa estaba decorada con flores coloridas y tenía un jardín lleno de hierbas frescas. La ratita pasaba horas mirándose en el espejo, admirando su brillante pelaje y su lazo rosa en la cabeza.
Un día, mientras barría su casa, encontró una moneda brillante en el suelo. “¡Oh, qué suerte tengo!”, gritó la ratita. “¡Voy a comprarme un bonito vestido!”. Con mucha alegría, salió de su casa y se fue al mercado.
Capítulo 2: La compra del vestido
En el mercado, la ratita vio muchos vestidos hermosos. Había de todos los colores: azul, amarillo y, por supuesto, el rosa. Las telas brillaban bajo el sol, y la ratita no sabía cuál elegir.
—¡Mira ese vestido de flores! —dijo la ratita, encantada.
Pero al ver el vestido rosa con brillantes, sus ojos se iluminaron. Era perfecto.
—¿Cuánto cuesta? —preguntó la ratita al vendedor.
—Cuesta una moneda —respondió el vendedor.
La ratita estaba muy feliz. Compró el vestido y se fue a casa. Se lo puso de inmediato y se miró en el espejo.
—¡Soy la ratita más bonita del mundo! —exclamó.
Pero pensó que necesitaba algo más. “¡Un collar!”, dijo. Así que salió de nuevo al mercado. Buscó y buscó hasta que encontró un collar de perlas.
—¡Este es hermoso! —gritó al verlo.
—Cuesta dos monedas —dijo el vendedor.
La ratita se sintió triste, pero tuvo una idea. Vendió flores de su jardín y compró el collar. Ahora estaba lista para la fiesta. ¡Qué emocionante!
Capítulo 3: La fiesta en el bosque
El día de la fiesta llegó y la ratita estaba muy emocionada. Cuando sus amigos llegaron, todos quedaron maravillados con su vestido.
—¡Qué hermosa estás, ratita! —dijo el conejo, sonriendo.
—¡Eres la reina de la fiesta! —exclamó la ardilla, dando saltos de alegría.
La ratita sonreía, pero pronto se dio cuenta de que estaba tan ocupada mostrando su vestido que no disfrutaba la fiesta. Sus amigos bailaban y se reían, pero ella solo pensaba en lo bonita que se veía.
La tortuga, que era muy sabia, se acercó y le dijo:
—Ratita, lo más importante en una fiesta es compartir y divertirse con amigos.
La ratita pensó en eso. Decidió dejar de preocuparse por su aspecto y unirse a la diversión. Comenzó a bailar y a reír con sus amigos. Pronto, el jardín se llenó de risas y alegría.
Al final de la noche, la ratita se sintió muy feliz. Aprendió que lo importante no era solo lucir bien, sino disfrutar con sus amigos. Desde ese día, la ratita valoró la amistad y se sintió más hermosa que nunca.
Y así, la ratita vivió feliz en su casita, recordando siempre que la verdadera belleza está en el corazón.
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