Había una vez en la ciudad de Nueva York, un día soleado en el que Marvel Spidey estaba dando un paseo por el parque. De repente, escuchó risas y alegría provenientes de la confitería de la esquina.

Al acercarse, Spidey se dio cuenta de que algo no estaba bien. El dueño de la tienda, el Sr. Dulzura, tenía una expresión preocupada. “¡Mis dulces han desaparecido!”, exclamó.

Sin dudarlo, Spidey se ofreció a ayudar. Usó su telaraña para buscar pistas por toda la tienda. Encontró migajas de caramelo y huellas diminutas que lo llevaron hasta el parque.

Allí, en el césped, vio a un grupo de ardillas traviesas jugando con los dulces. Marvel Spidey se agachó y les dijo con una sonrisa amable: “Hola, amiguitas, ¿pueden devolver los dulces al Sr. Dulzura? Están muy tristes sin ellos”.

Las ardillas miraron a Spidey y luego a los dulces con caritas arrepentidas. Sin dudarlo, devolvieron los dulces uno por uno. El Sr. Dulzura, al ver esto, les dio a las ardillas un pequeño regalo como agradecimiento.

Desde entonces, Marvel Spidey se convirtió en amigo de las ardillas y cada semana jugaban juntos en el parque. Y el Sr. Dulzura siempre les daba un poco de caramelo para que disfrutaran.

Y así, la ciudad de Nueva York se llenó de risas y alegría gracias a la amistad de Marvel Spidey, las ardillas y el Sr. Dulzura.