En el reino de los cuentos de infantiles, un relato atemporal destaca por su encanto y sutileza: “La princesa del guisante”. Este cuento clásico va más allá de princesas y castillos, explorando la nobleza del corazón y la sensibilidad. A continuación, una versión resumida para que los niños la disfruten en pocos minutos.
Cuento de la Princesa del guisante
Había una vez una princesa que vivía en un reino lejano. Esta no era una princesa común, ya que tenía una sensibilidad extraordinaria. Un día, un príncipe buscaba esposa y decidió poner a prueba a las princesas de los reinos vecinos. Para asegurarse de encontrar a la indicada, colocó un guisante bajo veinte colchones y veinte edredones en su castillo.
La primera noche, todas las princesas durmieron plácidamente. Pero la princesa de este cuento, apenas pudo cerrar los ojos. A la mañana siguiente, el príncipe la encontró cansada y con ojeras.
—¡Eres la elegida! —exclamó el príncipe, admirado por su sensibilidad.
La princesa sonrió, y el príncipe la llevó a su reino. Se casaron y vivieron felices. Aquel guisante, aunque pequeño, reveló la verdadera nobleza de la princesa, su capacidad para sentir más allá de lo ordinario.
Desde entonces, la princesa del guisante gobernó con empatía y justicia, velando por el bienestar de su pueblo. Su sensibilidad la hacía comprender las necesidades de todos, y su reino floreció en armonía.
Y así, la princesa del guisante demostró que la verdadera nobleza reside en el corazón, en la capacidad de sentir y comprender las sutilezas de la vida. El pequeño guisante, oculto bajo montones de colchones, se convirtió en el símbolo de la sensibilidad que gobernó aquel reino para siempre.
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