Había una vez una gallina roja llamada Rosalía que vivía en una pequeña granja. Un día, mientras picoteaba el suelo en busca de gusanos, encontró un grano de trigo brillante y reluciente. Intrigada, decidió plantarlo en un rincón del corral.

Rosalía cuidó con esmero su pequeña plantita, regándola todos los días y protegiéndola de las inclemencias del tiempo. Con el tiempo, el trigo creció fuerte y saludable. La gallina roja soñaba con el día en que podría cosechar sus propios granos y hacer pan para compartir con sus amigos de la granja.

Sin embargo, al llegar el momento de la cosecha, Rosalía se encontró sola. Ninguno de los otros animales quiso ayudarla. El gallo estaba ocupado cantando, el pato nadando en el estanque, y el cerdo revolcándose en el barro. Pero Rosalía no se desanimó. Con determinación, comenzó a cosechar el trigo y molerlo.

La gallina roja trabajó duro para hacer la masa y hornear el pan. Cuando el delicioso aroma se esparció por la granja, los demás animales se acercaron con hambre. Rosalía los invitó a compartir el pan que había cultivado con tanto esfuerzo.

Al ver el trabajo y dedicación de Rosalía, los demás animales se arrepintieron de no haberla ayudado. Aprendieron la importancia de trabajar juntos y apreciar el esfuerzo de los demás. Desde ese día, la granja prosperó gracias a la colaboración de todos, recordando siempre el valioso ejemplo de la gallina roja.