Había una vez, en una colina verde y soleada, tres cabritas juguetonas: Blanca, Negra y Marrón. Vivían felices en una pequeña casa de madera con tejado de paja. Un día, la mamá cabra les dijo que debían ser cuidadosas y no cruzar el puente que llevaba al otro lado del río, donde el lobo feroz acechaba.
Pero las cabritas eran muy curiosas, y una tarde decidieron aventurarse más allá del puente. La cabrita Blanca cruzó primero, seguida por la Negra y la Marrón. Al llegar al otro lado, descubrieron un prado lleno de flores coloridas y un arco iris que se extendía hasta el cielo.
De repente, el lobo feroz apareció, con ojos brillantes y dientes afilados. Las cabritas temblaron de miedo, pero la cabrita Blanca, valiente y lista, tuvo una idea brillante. Les sugirió jugar al escondite, y el lobo aceptó encantado.
Las cabritas se escondieron detrás de las flores mientras el lobo contaba. Con risillas suaves, lograron despistar al astuto lobo. Después de un rato, el lobo se rindió y se marchó, prometiendo no hacerles daño.
Las cabritas regresaron a casa, agradecidas por la sabiduría de Blanca y aprendieron que la curiosidad es buena, pero escuchar a los mayores y ser astutas es aún mejor. Desde ese día, las tres cabritas vivieron felices en su colina, recordando siempre la importancia de la astucia y la prudencia. Y así, con risas y lecciones aprendidas, vivieron felices para siempre.